domingo, 16 de marzo de 2008

Matías Ayala
Poeta, profesor y crítico literario. Doctorado de la Universidad de Cornell. Actualmente es académico del Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Alberto Hurtado. Editó Una nota estridente de Enrique Lihn y es autor de dos libros de poesía: Escafandra (1998) y Año dos mil (2006).

Puede que el mundo no se acabe

"El temor del fin del mundo debido a la guerra atómica fue una parte confusa de mi educación bajo la Guerra Fría, como la de muchos otros. Además, desde niño que vengo escuchando los peligros y amenazas del cambio climático. Todo esto, junto con mi formación ‘humanista’ –que suele enfatizar los descalabros del mundo moderno en vez de resaltar sus logros– me ha conducido a la seguridad del final de la vida en el planeta en un futuro no muy lejano.

Reconozco tener una sensibilidad apocalíptica. En literatura esto está ampliamente desarrollado y estudiado. El crítico Frank Kermode escribió el magistral El sentido de un final en torno al tema. Hollywood, por su parte, se ha esmerado en el sub-género del desastre natural o tecnológico. Las escenas de Manhattan bajo el agua (Inteligencia artificial) o la nieve (El día después de mañana) son difíciles de olvidar. Terremotos, avalanchas, explosiones volcánicas, tsunamis, incendios, todo eso es inevitablemente atractivo a las audiencias actuales. Asimismo, invasiones extraterrestres, ataques terroristas, caos computacional, aviones desbocados, etc. son pan de todos los días. Hay un placer perverso en asistir a la destrucción del mundo que es difícil de formalizar. Aún espero ver una película en que Santiago de Chile sea consumido por la destrucción (de la lluvia o de terremotos, quizás).

En consecuencia, al leer la historia del siglo XX de Eric Hobsbawm me impresionó su afirmación de que el sangriento siglo XX reportara, finalmente, cuentas positivas para la humanidad. Asimismo, proyectos como el ‘Svalbard Global Seed Vault’ de hacer una bóveda de semillas en el Polo Norte en caso de desastre climático me han sorprendido más que calmado. La posibilidad de que haya un futuro después del caos y no sencillamente nada es espeluznante.

Aunque pensándolo bien, es decir, de forma egoísta, la suerte del mundo más allá de los nietos de los nietos de mis nietos se me hace imposible e innecesaria de concebir. Hoy en día, lo que más me perturba es la afirmación de Fredric Jameson: ‘Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo’".


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