Gonzalo Saavedra
Periodista de la UC con un doctorado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha trabajado en revista Hoy, en Diseñadores Asociados, La Segunda y El Mercurio. Fue director por cinco años de la Revista Universitaria y actualmente es profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica, columnista de Artes y Letras, y conductor de la Belleza de pensar en Canal 13 cable.
"Soy de esas personas cuyos amigos son los de toda la vida. No es que me resista a hacer amistades nuevas: me la paso obnubilándome con recién llegados que me hacen reír y que se carcajean conmigo de vez en cuando. Pero, finalmente, mi mejor amigo, al que encuentro más inteligente y originalmente gracioso, lejos, es el mismo mejor amigo desde los nueve años. Fue en un recreo, en un campo de yuyos que eran casi de nuestra altura; ahí intercambiamos juegos de palabras ingeniosos, mientras nos tomábamos unas Nobis Castel de coco, hoy desgraciadamente desaparecidas. Los yuyos estaban infestados de pololos y una vez vacías, se nos ocurrió llenar las botellas de Nobis hasta el tope con esos insectos que no pican, pero que pueden infundir cierto temor cuando levantan su caparazón expresionista de naranja y negro para volar. A vuelta del recreo, liberamos a los coleópteros en plena clase de cuarto básico, y hubo gritos exagerados y hasta desmayos entre histéricas precoces. Nos suspendieron. Un día. A partir de entonces nos hicimos amigos irremediables en lo que nosotros considerábamos una broma y la jefatura de la Segunda Unidad de Básica, una suerte de crimen. Seguimos inseparables hasta como a los 20, cuando la universidad te regala otros horizontes y también magníficas amistades. Ahí también me tocó realizar con nuevos amigos del alma proyectos que nosotros considerábamos periodismo, y el Ministerio del Interior, y la CNI o sus facciones, una suerte de crimen. Me reencontré con mi mejor amigo del colegio poco antes de cumplir 40. Cada uno tenía un par de verdades que nos confesamos en un almuerzo largo. Eso bastó, porque volvimos a ser cómplices, con el humor habitual que a veces es cáustico, pero siempre hace cariño. Como a algunos amigos de la universidad también dejé de verlos, pensé que todos los reencuentros, verdades incluidas, serían parecidos. Acerté, con un margen de error de ésos que son estadísticamente insignificativos, pero que humanamente lo representan casi todo. Es en la consideración de esos pocos ex amigos en lo que más he cambiado de parecer. Ellos saben que yo no pico, pero creen que infundo cierto temor cuando vuelo. Lo que para mí y el resto de mis amistades es una broma del destino, para ellos sigue siendo una suerte de crimen".
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domingo, 16 de marzo de 2008
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