Andrés Azócar
Periodista de la Universidad Diego Portales. Ha trabajado en Qué Pasa, La Tercera y la UDP, donde hoy ejerce como director de la Escuela de Periodismo. Recientemente publicó Tompkins, el millonario verde, la primera biografía del ecologista.
"Santiago no es feo… pero la verdad, siempre tuve tantas ganas de viajar y prefería mirar un atlas que observar Santiago. Lo miraba con sospecha y desagrado, como una ciudad gris, plana, con muchas rotondas, pocos espacios públicos y verdes y sin respeto por lo perros y los animales en general (hace años los gatos eran “rascas”). Me sumaba a los odiosos que insistía en el 'ojalá fuera como Buenos Aires'. Me parecía una ciudad no digna de describir ni visitar, no me imagina un cronista sacando metáforas elocuentes de mi ciudad. Pero desde hace un par de años, que cambié de opinión. Ahora veo una ciudad bonita, que pelea por un perfil más cosmopolita (estoy lejos de pensar que alcanzó el nivel de Nueva York, como dijo alguna vez María Gracia Subercaseaux, para mi asombro) y que definitivamente tiene barrios y rincones y plazas y parques notables: acogedores, íntimos y limpios. En Santiago ahora hay buena gastronomía, más de dos bares y los gatos, al menos, ya ganaron un puesto de privilegio. Creo que me he dado cuenta de lo bonito que es Santiago, gracias al intento persistente de las inmobiliarias y de inescrupulosos empresarios, por destruirla. Apoyados por un Estado estático. Parece una burla, pero creo que la posibilidad de que Santiago pierda el encanto de su orden (inclusos gracias a sus hoyos), su postura de ciudad-pueblo y de su belleza humilde pero intensa, es casi un hecho, a pesar de los gritos de los ciudadanos. Gritos que no escuchará Paulmann desde el último piso de su torre".