domingo, 16 de marzo de 2008

Gonzalo Baeza
Periodista, Universidad Católica. M.A. en Ciencias Políticas, NorthernIllinois University. Fue corresponsal para United Press Internationaly Argus Media y periodista para The Rockford Register Star (Illinois). Actualmente trabaja en el departamento de Asuntos Públicos de la American Federation of State, County and Municipal Employees enWashington, D.C. y comenta libros para 'Cultura' de La Tercera.

"Esto va a sonar a una de esas epifanías obvias del tipo: ‘Nunca creíen la ley de gravedad hasta que me caí de un quinto piso’ o ‘confiaba ciegamente en la homeopatía hasta que me di cuenta que la agüita de boldo no sirve para combatir una metástasis’. En otras palabras, es algo que para algunos resulta evidente (y, aún así, no tanto para muchos otros). Aquí va:


Cuando estaba en la universidad llegué a la conclusión que los sindicatos iban en retirada, que en general se trataba de clubes sociales para empleados que contaban los días para su jubilación con marcas en la pared y cuyo principal fin era perpetuarse en sus trabajos y tener una sede para jugar cacho. Grupos minúsculos de sacadores de vuelta y reclamones que en la víspera del vencimiento de su contrato colectivo invocaban demandas absurdas y en definitiva no cumplían otro propósito que servirse a sí mismos. No es que me opusiera al principio de un sindicato en sí, sino que pensaba que ya habían cumplido su misión, que era poco o nada lo que podían lograr de aquí en adelante y todas esas otras ramplonerías de la gente que cree que tener un título y saber buscar en Google le da derecho a opinar sobre cualquier cosa.

Después de casi dos años de trabajar para un sindicato, me retracto. Más allá del hecho que en Estados Unidos el trabajador sindical gana en promedio un 30 % más que los no sindicalizados o que los beneficios de los primeros (vacaciones, cobertura de salud, etc.) suelen ser mucho mejores, me he familiarizado con la misión global de un sindicato y cómo rebasa la simple negociación de un contrato colectivo cada cierto número de años. Cosas como apoyar a un candidato a gobernador para que en su estado se apruebe la negociación colectiva, tener lobbistas y campañas sostenidas para finalmente subir el sueldo mínimo después de 10 años, contribuir a crear una mayoría parlamentaria ya sea a nivel nacional o estatal para lograr mejor legislación laboral, financiar y crear ONGs que promuevan una agenda sindical, trabajar con legisladores para mejorar el sistema de salud, etc. En fin, que los sindicatos, lejos de ser anacrónicos, siguen siendo muy necesarios.

(Otra cosa sobre la que he cambiado de opinión el último tiempo es que si bien antes me aburría todo lo que tuviera que ver con el Far West, principalmente porque me recordaba a esos deprimentes cumpleaños en el Mampato, ahora me he dado cuenta que como literatura y como cine es un género subvalorado con muy buenos escritores y directores. De hecho, hay días en que hasta me creo John Wayne).

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